La Justicia Cordobesa investiga a los profesionales de la salud al tiempo que imparten justicia desde la casa.
Hoy, 25 de Mayo, en una radio se preguntaban si en la actualidad había héroes, en ese momento pensé que no, que el límite que separaba a alguien preocupado por el país y un héroe, era la vida, es decir arriesgar la vida por la Patria. Rápidamente afirmé: “Hoy no hay héroes en nuestro país”, pero pasaron unos pocos minutos hasta que leí las noticias que marcaban las imputaciones al personal de la salud que ha intervenido en brotes de Covid 19 por parte de la Justicia Cordobesa. En ese momento me di cuenta que, si hay héroes en nuestra realidad, y que al igual que aquellos a los que hoy rendimos homenaje no se los valora en sus tiempos y lugares. Si en mis parámetros arriesgar la vida por la Patria representa el límite para ser héroe, los médicos que trabajan en el marco de la pandemia son nuestros héroes. Yo, escribiendo estas líneas no soy un héroe porque no arriesgo la vida, pero ellos si lo hacen atendiendo pacientes.

También advertí que hay un sector de la sociedad, la clase judicial, que nada a resignado de sus suculentos ingresos ni resignará, amparados en eso de que tienen que estar bien remunerados para poder ser justos y no caer en las tentaciones, y que tenía la decisión de acusar a médicos vinculados a brotes de Covid 19 achacándoles no haber cumplido con determinados protocolos.
Para un funcionario judicial que cobra muy bien por hacer el denominado “teletrabajo”, es decir impartir justicia desde la casa, debe ser difícil entender la realidad de los médicos que tienen que trabajar en muchos lugares porque en ninguno le pagan lo que su trabajo vale o, mejor dicho, no les pagan lo que necesitan para vivir dignamente. Y si no se les garantiza la paga y las condiciones para trabajar en un solo lugar durante la pandemia, necesariamente se tienen que mover con los riesgos que ello implica.
Quizás, para los que solo visitan el sanatorio de alguna obra social cara, ni se imaginan que hay cientos de médicos que no tienen obra social, ni que para poder cumplir los protocolos son necesarios algunos accesorios, como: 1). Botas descartables,2). Ambo de tela o bata de tela, 3) Bata descartable, 4) barbijo N95, 5) barbijo quirúrgico, 6) protector ocular ya sea lentes o mascarilla, 7)cofia descartable 2 o 1 cofia descartable y 1 cofia de tela, 8)guantes 2 pares. Esos elementos que en estos momentos son muy requeridos y han aumentado de precio no siempre son adquiridos por los geriátricos, ni las clínicas privadas o por las instituciones públicas, sin embargo, no se imputa a los dueños de los geriátricos, ni a los de las clínicas ni a los funcionarios de la cartera de salud. Es decir que para cumplir con los protocolos es necesario contar con los insumos necesarios y si no se cuenta con ello, todo lo que no depende del médico, el protocolo es de imposible o muy difícil cumplimiento.

Lo que está sucediendo es algo así como acusar a un soldado que hemos enviado a la guerra a pelear con un arma herrumbrada por no haber cumplido con los protocolos establecidos para el combate. Esta es la nueva guerra, no hay misiles, hay virus con gran capacidad de propagación, es un enemigo invisible y los médicos son los nuevos soldados de la guerra biológica. Y en lugar de darle las armas apropiadas para pelearle al virus, los acusamos, perseguimos, y despertamos el odio de quienes necesitaban una excusa para fundar la discriminación que ejercen sobre ellos.
A los médicos hay que darles las armas para que puedan combatir la pandemia, no juzgar su actuación y menos desde la cómoda posición asumida por la clase judicial que ni se asoma por sus cómodos y espaciosos despachos por temor al contagio. Impartir justicia desde la casa es como pedirle a un médico que opere por correo electrónico.