“Cuando estábamos parejos con el Paraguay se compraba allá. Los zapatos eran casi descartables. Si se rompían, la gente los tiraba y compraba uno nuevo. Hoy en día nuestro trabajo es sumamente necesario para estirar la vida útil del zapato y por eso estamos cargaditos de trabajo, tenemos más clientes”.
La afirmación pertenece a Héctor Alfonso quien desde hace más de 50 años se dedica a reparar calzados. Y es que, debido a la crisis económica, antes de tirar un par de zapatos porque la suela está gastada, o deshacerse de una camisa a la que se le rasgó una manga, los misioneros buscan repararlos a fin de cuidar el bolsillo en tiempos de inflación.
Tal es el caso que, a causa de los recientes ajustes económicos, algunos viejos oficios comenzaron a resurgir en los últimos meses. Entre ellos se destacan los zapateros y modistas, quienes afirman que en el último tiempo incrementaron exponencialmente su clientela.
Este provecho colateral del aumento en los precios, se evidencia en los quince pares diarios que Alfonso recibe para remendar, reparar, teñir y hasta modernizar. “Por ejemplo esta bota en la que estoy trabajando ahora le saqué el taco que tenía y estaba gastado, y tengo que ponerle un taco chino, que ahora está de moda. Así la misma bota se puede usar varios años”.
En esa misma línea, opinó César Paredes -al frente de la zapatería Jairo-, quien afirmó que actualmente arregla hasta 40 pares de zapatos diarios, a los que además se suman las composturas de mochilas, carteras, portafolios y hasta valijas.
“Hace un par de meses atrás empezaron a incrementarse más todas las cosas y lo que se puede arreglar, se arregla. La gente insiste. Inclusive hay cosas que ya no se pueden arreglar pero se torna difícil comprar uno nuevo, e insisten. Nosotros vemos que cada día hay más trabajo. En nuestro caso, hasta el 15 del mes recibimos hasta 40 pares de calzados por día, después va bajando ese número a 30 o 20 porque ya la plata se va terminando”, relató.
Asimismo, el hombre que se considera un artesano del calzado agregó que la demanda además de crecer también se diversificó: “Mochilas, valijas, todo ahora traen, hasta me traen pantalones para que le cambien el cierre”.
Ambos zapateros coincidieron en que las zapatillas y los zapatos escolares son los calzados que más reciben, y las botas en el contexto de la temporada invernal. “El arreglo de una bota, por ejemplo un cambio de suela puede costar entre 350 y 500 pesos y queda como nueva, y en este momento uno no puede comprarse una bota de cuero por ese precio. Siempre tuvimos trabajo, pero no tanto como ahora por la crisis”, precisó Alfonso.
En relación al incremento en los costos, Héctor, quien es dueño de la zapatería Marina, indicó que prefiere mantener los precios estables y conservar a los clientes, “todo sube, pero nosotros no le podemos subir tanto a la gente, por eso yo cambio los precios sólo dos veces al año, y agregó: “Para iniciar el trabajo pedimos un a seña del 50%, y el resto cuando se retira, porque nosotros tenemos que comprar los elementos que usamos para los arreglos, suelas, plantillas y pegamento, además hay que asegurarse”.
Un escenario similar se vive en la industria de la ropa, donde a pesar de las liquidaciones anticipadas y las compras en cuotas, las ventas en indumentaria cayeron un 4,8 por ciento en comparación con el mes pasado, según dio a conocer en su último informe la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (Came). Esta situación favorece a las modistas, prestas a surcir, achicar y agrandar aquellas prendas que continuarán luciéndose en la pasarela de la vida.
En ese marco, Nancy Flores y su máquina de coser se las ingenian para crear y arreglar todo tipo de atuendos. “Lo que más trabajo son los arreglos, pero también tengo mucha gente que me trae telas para confección. Digamos que trabajo hubo siempre, pero la verdad que en este último tiempo hay mucho más. Casi que una no da abasto”. Luego añadió: “En el caso de los chicos, ya desde principios de año los padres le compran los guardapolvos, uniformes y equipos de gimnasia grandes y vienen para que les haga el ruedo, y después vuelven para que les alargue el ruedo, porque no se puede estar comprando cada vez que los chicos crecen. Además hay uniformes que heredan de los hermanos y hay que hacerles unos arreglitos para que queden perfectos”.
Además precisó que los pedidos alcanzan a la confección de manteles, cortinas, sábanas y fundas de sillones, cuyo costo de hechura representa sólo el 30 por ciento del de un producto ya manufacturado.
Fuente diario el territorio