Fernández reflota una promesa del macrismo taponada de errores

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El anuncio del presiden­te Alberto Fernández sobre una multimillonaria inver­sión para obras públicas en cinco provincias, reflotó en Corrientes la expectativa por un proyecto -impor­tante y largamente espera­do- que durante los últimos tres años dormitó sin suerte pese a contar, inicialmen­te, con un financiamiento aprobado desde el exte­rior. Sucede que la planta de tratamiento de líquidos cloacales para la ciudad de Corrientes contaba, cuando se presentó en junio de 2017, con el respaldo del Banco Interamericano de Desarro­llo (BID), pero las irregulari­dades que se fueron hilva­nando en el proceso frustró su concreción.

Ahora el proyecto volvió a cobrar impulso, la adminis­tración de Alberto Fernán­dez se comprometió a desti­nar casi 2.900 millones para hacer la obra, planificada en el complejo habitacional Santa Catalina. Es más del doble de lo presupuestado en el comienzo.

No deja de ser llamativo, el kirchnerismo se monta sobre una promesa de cam­paña del macrismo, que sig­nificó el golpe de nocaut a la pretensión de reelección de Fabián Ríos (un K, paladar negro) en la Intendencia ca­pitalina.

Con independencia de la anécdota (curiosidad de la política criolla), el hecho indiscutible es que la plan­ta de tratamientos cloacales es una obra necesaria. Im­prescindible. Sin embargo, la pregunta obligada es: ¿se subsanaron los errores o el proyecto se edificará sobre el piso resbaladizo que im­pidió antes la concreción? ¿Emparcharon los agujeros legales? ¿El BID financiará la obra o se perdió ese cré­dito? ¿Es el mismo proyecto, todavía está vigente la licita­ción que se realizó? Y muy importante, ¿se hará una audiencia pública con el resul­tado del estudio de impacto ambiental a la vista?

Las preguntas exceden el anuncio escueto del profe­sor Fernández y los pláce­mes de las autoridades pro­vinciales. Seguramente en las próximas semanas irán asomando las respuestas, o no.

La obra es tan necesaria como indispensable la salu­bridad del proceso adminis­trativo que la sostiene.

La planta cloacal es una vieja asignatura pendiente que entronca con el déficit del contrato de concesión de servicio público en Corrien­tes. Actualmente los dese­chos se tiran en crudo al río Paraná.

Ahora bien, el capítulo reciente de esta historia co­menzó a escribirse en las elecciones municipales (an­ticipadas) de hace tres años. El viernes 2 de junio de 2017, el entonces secretario de In­fraestructura y Política Hí­drica de la Nación, Pablo Be­reciartúa, hizo el anuncio de la obra con una inversión del BID de 1.200 millones. Fue en un acto en la Casa de Go­bierno junto al gobernador de ese momento, Horacio Ricardo Colombi. Dos días después, el domingo 4 de junio, Fabián Ríos sucum­bía en las urnas y el radical Eduardo Tassano emergía, contra todos los pronósti­cos, como intendente de la Ciudad.

A partir de entonces el proyecto (enmarcado en el Plan Belgrano) avanzó a paso redoblado, atropellan­do procedimientos que son de rigor. En términos crio­llos, pusieron el carro delan­te de los caballos.

En septiembre de 2017, el Gobierno nacional hizo el llamado a licitación pública; el 28 de noviembre abrieron (en Corrientes) los sobres de siete oferentes y luego se adjudicó a una UTE. Sin embargo hasta entonces, Nación y Provincia habían avanzado sin permiso sobre el dominio público munici­pal.

La ordenanza para remen­dar este error se sancionó en febrero de 2018, en la misma sesión que se aprobó un au­mento de la tarifa del boleto (con voto del kirchnerismo). Tampoco tenían permiso para uso del suelo y no ha­bía estudio de impacto am­biental.

El proyecto prevé piletas de tratamiento de líquidos cloacales a cielo abierto muy cerca de la zona poblada de Santa Catalina. Para ese entonces, el defensor del Pueblo de Corrientes, César Vallejos, hizo suya la pre­sentación de un particular (el ingeniero Rodolfo Pala­dini, ya fallecido) y lo giró a la Defensoría del Pueblo de la Nación, además se cursó una denuncia en el Juzgado Federal Nº 2 de esta ciudad.

El proyecto de la planta en Santa Catalina comenzó a taponarse por los yerros legales: el Gobierno de Cam­biemos le quitó impulso y el BID enfrió el préstamo.

Tiempo después se de­tectó otro error tremendo, la traza del segundo puente (otra obra frustrada) pasaba por arriba de las piletas de tratamiento cloacal. Tuvie­ron que rediseñar el pro­yecto y se desconoce cómo quedó.

La debacle económica, el porrazo electoral del ma­crismo, el cambio de gobier­no, crisis y pandemia com­pletaron la postergación. Ahora Fernández promete sacarlo adelante al doble del costo inicial. ¿Habrán sa­neado el proyecto? (L.A.S)s

Fuente norte