Waman, el avión biplaza hecho en Argentina con impronta misionera

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Si existe un combo perfecto es la amistad y compartir un pasión. Esto fue lo que le sucedió al empresario misionero Gabriel Montiel, quien junto a un grupo de amigos supo unir el gusto por volar y el ímpetu emprendedor en un sueño que se materializó: construir un avión.
Se trata de una aeronave a la que llamaron Waman -halcón en la lengua quichua-, que nació para ser utilizada en vuelos de instrucción, proyecto que comenzó cinco años atrás en Sunchales, Santa Fe, y que hoy pretende ser un nuevo negocio hecho en casa bajo la firma Aerosun.
“Durante once años fui consejero de una empresa de seguros, lo que motivaba a que una semana por mes yo vivía en Sunchales, donde había un aeroclub y a mí me gusta volar, así que empecé a ir en mis tiempos libres”, comenzó relatando Montiel a El Territorio. Lo que no imaginó en aquel entonces era que el destino le tenía preparada una aventura aérea.
“Fui conociendo a una cantidad de gente que con el tiempo se fueron convirtiendo en mis amigos. Un día ellos empezaron a hablar de construir un avión y empezamos a analizar la cuestión, además en Sunchales son todos emprendedores y eso contagia. Así que me sumé a la idea”.
Entonces el proyecto fue tomando forma hasta convertirse en una realidad palpable. El grupo comenzó con la búsqueda de un ingeniero y demás entendidos en el tema para que pudieran ayudarlos a poner en práctica lo que en ese entonces aún era un anhelo.

Tiempo al tiempo

Desde la primera charla en una ronda de amigos hasta la puesta en marcha del avión pasaron alrededor de cinco años. Es que, según sostuvo el misionero, “prácticamente nada se compró, todo es diseño propio y construido en Argentina”.
El Waman es un avión monomotor terrestre biplaza, que actualmente tiene la categoría Experimental, que según la Administración Nacional de Aviación Civil (Anac) incluye a aquellas aeronaves cuya mayor parte haya sido fabricada y/o ensamblada por una o varias personas para uso deportivo o recreacional. Sin embargo, para llegar a esa etapa debieron pasar por varias inspecciones. “Primero se realiza la presentación de planos, posterior a eso el inicio de la construcción de los distintos tramos del avión. Después viene la puesta en marcha y una inspección de la Anac para poder volar, entidad que te habilita a volar en un radio no mayor a 40 millas de distancia del lugar de donde se fabricó”, explicó Montiel. Actualmente el avión tiene cumplidas 100 horas de vuelo.

Salto de pulga

El avión voló por primera vez en julio de 2018 y el mes pasado fue presentado en sociedad, pero antes se realizaron las pruebas correspondientes que en el mundo de la aviación se conocen como “salto de pulga”.
“Se aceleran los motores y después se carretea para ir probando, y sobre la misma pista se lo pone en posición de despegue a un metro del suelo, así se va ajustando lo que haga falta y en función a eso después se pide la inspección y autoriza o no a que haga su primer vuelo”, explicó Montiel.
“Las primeras 25 horas se volaron a 40 millas del aeródromo, después vino de nuevo la inspección y autorizó otro cupo de horas de vuelos, pero siempre dentro del mismo radio. Después le hicimos las terminaciones, el tapizado, la pintura… lo primero era que vuele”, recordó.
Entre el grupo de amigos se encuentran Owen Crippa, un piloto de la Armada que participó en la guerra de Malvinas, y Darío Valinotti, quien acompañó los primeros viajes de Montiel en aires santafesinos y falleció el año pasado en un accidente aéreo, pero aquel hecho impulsó a los aficionados (que son ocho en total) a no bajar los brazos.
“Todos venimos de distintas actividades pero teníamos algo en común: el gusto por volar. Nos enorgullece saber que en ese momento era el único avión que se estaba fabricando en el país en forma privada. Ese es el valor que nos distingue, que es ‘made in Argentina’, y el primer avión fabricado en Sunchales”, concluyó Montiel emocionado.