El caso sucedió hace muchos años, pero la Justicia finalmente llegó para quien hoy es ya una mujer adulta. Cuando tenía 11 años fue violada por su padrastro. No tuvo ningún tipo de contención y no supo a quién pedir ayuda cuando comenzaron los abusos, porque su propia madre se había vuelto cómplice de su violador. Ella sabía lo que ocurría dentro de la habitación de la niña, pero nunca salió a defenderla. Más bien colaboró para ello. Hace escasos días, ambos -padrastro y madre- finalmente terminaron condenados por el Tribunal Penal 1 de Eldorado.
Según pudo saber PRIMERA EDICIÓN, la fecha en la que ocurrió el primer abuso fue el 24 de junio de 2003. Quien entonces era una niña lo recuerda muy bien, porque esa noche era la celebración de San Juan, pero principalmente porque fue la primera vez que el hombre se abalanzó sobre ella.
En esa oportunidad, ambos estaban solos en la vivienda de un barrio periférico de Puerto Esperanza. La madre se había ausentado, por lo cual el padrastro aprovechó para llevar adelante lo que seguramente ya había pergeñado con anterioridad.
El hombre, quien entonces tenía 28 años, la tomó por la fuerza, la arrojó sobre la cama matrimonial, le quitó la ropa y comenzó a manosearla en sus partes íntimas, pero no llegó a violarla. Aún. La mamá llegó de forma sorpresiva a la casa, hecho que lo llevó a saltar de la cama y reincorporarse para que su concubina no sospechara nada. Tal vez amenazada, la menor no se animó a contar a su progenitora lo que pasaba, por lo cual los abusos se hicieron sistemáticos.
El calvario de la menor fue “in crescendo” a medida que pasaron las semanas, fundamentalmente porque, de los manoseos, el padrastro pasó a la violación. Pero aún debía ocurrir algo igual de cruel. Si primero tenía temor de contárselo a su mamá, después ni siquiera ella, enterada de lo que ocurría, la defendería. Los abusos continuaron inclusive con la madre dentro de la vivienda, según consta en el expediente.
La sistematización de las violaciones provocó que ella se convirtiera en madre a muy corta edad. Fruto de los abusos nacieron una niña y un niño. Para continuar ocultando la aberración que se había cometido contra ella, permitió que sus nietos llevaran el apellido de su hija, para no levantar sospechas.
Pasaron los años y, probablemente envalentonada por los movimientos que luchan por los derechos de la mujer, el 1 de mayo de 2017 la abuela de la joven se animó a denunciar en la Comisaría de la Mujer lo que habían hecho en el seno de su propia familia.
La presentación motivó una causa judicial que prosiguió con la imputación de la madre y su concubino. El padrastro fue detenido, pero a su pareja se le permitió permanecer en libertad hasta el día del juicio.
Las pruebas que se habían reunido en contra de los acusados eran contundentes, por lo cual ellos terminaron aceptando las responsabilidades penales que les cabían en el hecho denunciado.
En este sentido, días atrás, la fiscalía a cargo del doctor Federico Rodríguez, en conjunto con la defensa, presentaron una solicitud de juicio abreviado ante el Tribunal. Luego de analizar el planteo, los doctores Atilio León, María Teresa Ramos y Lyda Gallardo, resolvieron homologar el acuerdo de las partes con la pena solicitada para los acusados.
Por ello, resolvieron condenar a Celso (42) a la pena de 10 años de prisión, al hallarlo responsable del delito de “abuso sexual con acceso carnal agravado por la convivencia preexistente, varios hechos, en concurso real”. En tanto, su concubina, Eva (44), fue sentenciada a 8 años de cárcel como partícipe primario del abuso agravado por el vínculo.
Fuente diario primera edicion