Construyó una bicicleta para pasear con su hijo en silla de ruedas

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Aunque el día era hostil -viento, frío- y era muy temprano para un sábado, Carlos Alberto Pereyra paseaba por la Costanera de Posadas a su hijo Rodrigo en una bicicleta adaptada que él mismo construyó, con la ayuda de sus otros tres hijos, Fabián, Pablo y Nicolás.

Esta mezcla de bicicleta con silla de ruedas, también conocida como ‘bici-silla’, no sólo es un medio de transporte sino una de las muestras de amor más grandes de un padre a un hijo.

Rodrigo, el más chico de cuatro hermanos (17), nació con el síndrome de Angelman, una enfermedad genética que afecta al sistema nervioso y dificulta el habla, el equilibrio y la coordinación, entre otras cosas. Asistió desde los 3 hasta los 16 años a la Escuela Especial 4, y actualmente concurre al Instituto de Atención Integral Misiones (Iaim), que cuenta con un abordaje integral a personas con capacidades diferentes y con un centro educativo terapéutico. Pero lo más importante es que tiene una familia que lo ama y lo acompaña en cada paso.
Por eso hace algunos meses su padre comenzó a preguntarse de qué manera podía hacer que Rodrigo saliera un poco más a la calle, tuviera más contacto con la sociedad, y poder cumplir este objetivo sin gastar demasiado dinero. Fue ahí cuando se le prendió la lamparita y se le ocurrió que podía utilizar materiales reciclados y lo que encontrara en su casa para construir una bicicleta que le permitiera salir a pasear junto a su hijo las veces que quisieran. Entonces el sueño comenzó a materializarse.
“Esta iniciativa surgió en febrero, queríamos hacer una bicicleta y buscamos por internet, hasta que después de varios intentos salió esto”, comentó Carlos a El Territorio mientras se sonreía, orgulloso. Las ganas y la motivación nunca faltaron, pero lógicamente en el camino se fueron encontrando con distintas dificultades que no habían previsto, aunque nada que no tuviera solución.
El primer conflicto que se les presentó fue cómo suplir el sistema de dirección, que está en la parte delantera de la bicicleta. Sin manubrio era muy difícil -casi imposible- doblar. Pero el ingenio no los abandonó en ningún momento, y con ayuda de tutoriales en internet, lograron que funcionara correctamente, reemplazando algunas piezas y adaptándolas de la mejor manera posible. Así lo afirmaba Pereyra: “Conseguí otra parte de bicicleta en una chatarrería”.
“Esta bici era de uno de mis hijos, y se la le pedí para no comprar una nueva y tener que desarmarla. Todas las ruedas son de bicicleta, la silla es parte de una silleta (del estilo de las playeras), la rejilla de abajo es el respaldo de un sillón, le pusimos para que pueda subirse y apoyar los pies. Todo fue saliendo en el momento, a prueba y error”, explicó.

Santo remedio

El momento de mayor satisfacción y sin dudas el más esperado por toda la familia fue cuando la bici-silla estuvo lista y pudieron estrenarla. Así lo expresaba Pereyra: “Primero miraba (Rodrigo) y no entendía nada, hasta que un día lo sentamos para probar la altura y cuando lo empezamos a mover, ya no se quería bajar más».

Después de casi tres meses de trabajo en conjunto, lograron poner en funcionamiento el proyecto, pero lo más importante es que le dieron a Rodrigo una enorme alegría, y ahora esta actividad forma parte de su terapia .

“Lo sacas a dar una vuelta, ¡y santo remedio!”, concluyó su papá.
Fuente diario el territorio